jueves, 25 de septiembre de 2008

El colmo

Ayer amaneció en mi bandeja de entrada un correo en el que se me invita a asistir a la Ceremonia para conmemorar el 70 aniversario de la Casa de España en México.

La Casa de España en México. La sola mención de su nombre de inmediato provoca en el mundo intelectual mexicano resonancias casi míticas. Ocupa un lugar eminente entre los logros del cardenismo, cuando México todavía era revolucionario y se inventaban soluciones atrevidas y modernas a los grandes problemas nacionales. Se le recuerda como germen de El Colegio de México, origen y logro de grandes obras intelectuales, como renovadora de la cultura mexicana y, sobre todo, como refugio de intelectuales españoles republicanos que, ante la terrorífica avanzada del franquismo, decidieron abandonar su patria y buscar refugio de este lado del Atlántico.

A mi leal saber y entender (y al de la Real Academia Española) ser republicano significa ser partidario de la República, es decir un régimen no monárquico.

Por eso leí con enorme sorpresa que los invitados de honor a la Ceremonia de aniversario son of all people —y cito textualmente la invitación—Sus Altezas Reales, los Príncipes de Asturias.

Francamente, me sentí escandalizado ante tamaña incoherencia.

Yo me pregunto: ¿qué diría el filósofo José Gaos? ¿qué diría el gran poeta León Felipe? ¿qué dirían Luis Recasens, José Moreno Villa, José María Ots Capdequí, Enrique Díaz-Canedo, Juan de la Encina, el doctor Gonzalo Lafora, Jesús Bal y Gay y tantos otros ilustres huéspedes de la Casa de España que hace siete décadas se vieron obligados a dejar su tierra natal precisamente por que se negaron a aceptar el régimen monárquico, si se enteraran que los invitados de honor al festejo de aniversario son el heredero al trono y su señora esposa? ¿Qué opinarían Alfonso Reyes y Daniel Cosío Villegas? ¿Querrían asistir a semejante evento?

Tal vez esté yo exagerando. Tal vez los antiguos odios entre monárquicos y republicanos sean cosa del pasado. Tal vez el mío sea sólo un fanatismo decimonónico trasnochado. Tal vez el conflicto haya terminado junto con la Guerra Civil, o bien con la muerte del Generalísimo y la tan cacareada “transición democrática española”. Tal vez, en pleno siglo XXI, a nadie más que a mi —y, por supuesto, a los lectores del ¡Hola!— le importe si Don Felipe y Doña Letizia (e incluso la pequeña infanta Leonor) asisten o dejan de asistir a la ceremonia conmemorativa.

Sin embargo, considerando que hasta el día de hoy hay bombas explotando y gente muriendo porque un grupo de personas se rehúsa a seguir siendo súbditos de Sus Católicas Majestades, creo que el conflicto ancestral sigue vivo. Y que hay que tomar partido.

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